La mujer de modo natural,
está más ligada que el hombre a los misterios de las
profundidades En el cuerpo mismo de la mujer está
inscrita su comunión con los ritmos cósmicos, y hace que ella esté
directamente conectada con la vida de las profundidades y la
dimensión del misterio.
La
mujer más espontáneamente sensible a ello y de manera más natural
que el hombre, el cual tiende a escaparse o perderse en lo mental…
Por su
constitución, tenga o no consciencia de ello, la mujer está ligada
al secreto íntimo del Hombre con mayúscula, es decir a lo
humano. Este secreto dimana de la comunión con el mundo del más
adentro y de la maternidad interior a la que todos somos llamados.
Este
universo femenino que habita tanto al hombre como a la mujer, pero
que por naturaleza es más afín con ésta, no puede realizarse
plenamente sino al tomar en cuenta el misterio en el corazón del
Hombre.
Los
valores femeninos entran en resonancia con los arquetipos de lo
femenino. Al igual sucede con los valores masculinos a los cuales el
hombre se ha vuelto ajeno, en tanto que vive en relaciones de fuerza
y de seducción. Prácticamente nadie se ha preocupado de la
única relación importante que es la que une el ser a los
arquetipos; sólo ésta esclarece y justifica todas las demás
relaciones.
Nada debe
impedirnos estudiar el movimiento de una revelación de las
profundidades femeninas del Hombre. Si hay rebelión, es porque no
hemos realizado el descenso en las aguas primordiales que los mitos
consideran necesarias para la evolución individual y de la
humanidad.
El
retorno a la madre debe llevarse imperativamente un día a cabo para
crecer interiormente. El retorno al “mar” debe hacerse para
“crear lo seco”, es decir la consciencia. El relato
bíblico del Diluvio y toda la historia de Noé no nos dicen otra
cosa, tal es la ley.
En el
camino interior en un momento dado, “deja ya de haber hombre o
mujer”. Debemos
discernir: hay un mundo de diferencia entre un retorno inconsciente
hacia una fusión uterina alienante y el “darse vuelta hacia la
madre de las profundidades” para desposar sus riquezas latentes y
hacer crecer la consciencia.
La
esposa de Adam nunca representó al conjunto de las mujeres, sino al
femenino interior de Adam, su femenino “objetivizado”, para que
tome consciencia de él. Después
de la caída, es cuando Adam le da el nombre de Eva. La
situación se torna muy diferente tras la caída. Al
querer Adam nombrar a Eva con el nombre de la “Vida”, proyecta,
en definitiva, sobre la mujer “exterior” los atributos de esa
vida femenina en él, que no ha sabido hacer suyos. Al obrar así, él
reduce esa vida, porque la Vida se dice Hayah en hebreo, y
Eva Hawah (pronunciado Jawah). La diferencia reside en la
sustitución de la Yod (signo del Nombre Divino), por
la Vav (signo de un estado animal, estado natural que está
en el Hombre, pero que no es el Hombre en su totalidad, y que éste
hubiera debido superar. Por lo tanto, en esa designación hay una
reducción que atañe al Adam y a su esposa a la vez: la mujer Hawah
está reducida a la feminidad biológica, en circunstancias que Ishah
era “el otro costado” de Adam, su femenino interior encargado de
su maternidad esencial, la que, para el Adam que somos, consiste
en parirse a sí mismo, en dar nacimiento al hijo interior, o sea, a
un ser realizado.
La
razón invocada por el texto para justificar el nombre de Hawah es:
“porque ella era la madre de toda vida”. Leído con rigor
gramatical, está realmente escrito como sigue “Adam nombra Hawah a
su Ishah, porque él era madre de toda vida”. Es Adam quien era
madre de toda vida y ya no lo es. Por lo que en el nombre de Eva
el Yod de Hayah ha desaparecido, y con él el
secreto de la vocación de Adam para llevar a cabo su maternidad
interior.
Cada
uno guarda ontológicamente esa vocación de maternidad. Es notable,
porque en Adam uno ve siempre al hombre frente a la mujer, en el
exterior de las cosas. Notable, porque uno suele acercarse a estos
textos traducidos primero al griego, luego al tartín y a cada lengua
posteriormente, a través del prisma de un mental que los ha
deformado. Pero si uno se molesta de escuchar sus armónicos
semánticos, leyéndolos a partir del hebreo, se tiene acerca de
ellos una visión más clara. La maternidad está realmente inscrita
en el nombre de Adam, La primera y última letra del
nombre, Aleph y Mem, son las dos letras de la palabra
madre. La letra del medioDalet “puerta”: Adam es creado
para nacer de sí mismo a sí mismo y pasarpuertas. Él es un
mutante. Antes de la caída, Adam era madre en potencia, en el
sentido esencial del término, y cada uno de nosotros guarda esa
vocación en su profundidad.
Al
confesarle a Dios que “la serpiente la sedujo” Ishah constata que
se dejo “desposar” por el propio Satán., Y él es ese “nuevo
esposo” del que se trata cuando Dios dice: “Hacia tu esposo te
llevarán tus deseos y él dominará sobre ti”, pero no hay que
interpretarlo como la supremacía del hombre sobre la mujer, sería
un contrasentido pues se refiere a Satán.
El
nuevo esposo del Hombre en su dimensión Ishah, en las profundidades
de su inconsciente, es la fuerza propiamente satánica del haber y
del poder, de los objetos de deseo que tratamos de acaparar y sobre
los que proyectamos lo absoluto…que sólo debiéramos atribuir al
Absoluto. Poder que domina nuestro inconsciente, nos incita a tomar
direcciones opuestas a nuestra vocación y, finalmente, nos convierte
en esclavos.
Referente
a la aparente condenación “En el dolor parirás a tus hijos”,
sólo se trata del retorno a la maternidad ontológica,
interior. Dios anuncia las consecuencias dolorosas de la
elección de Adam y que éste determinó; y de las que, en tanto
Ish e Ishah, él es el único responsable. Pero al mismo tiempo,
es también el anuncio de un posible retorno a estas normas
ontológica.
Urge
tener un nuevo enfoque de la Tradición, pues la Tradición no se
devela sino en la medida en que somos capaces de vivir su nuevo
mensaje.
La
verdadera desvalorización de la mujer y de lo que ella representa
“el femenino interior, data del Renacimiento. Desde hace cinco
siglos, la sobreevaluación del intelecto, de la técnica, de la
producción de bienes, de la competencia, etc.., ha relegado los
valores femeninos a un segundo plano y, tal vez de manera más grave
aún que en las clásicas sociedades patriarcales. Hoy en día
pudiera existir una correlación entre una liberación de la mujer en
todo el sentido del término, y una toma de consciencia de la
interioridad. Pronto esa correlación aparecerá a plena luz, y el
movimiento que la lleva como una ola de fondo llegará próximamente
a su punto de no-retorno.
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